¿Crees de verdad que los pensamientos que invaden a toda hora la mente tienen que ver con nuestro destino?
¿Te crees que nuestros pensamientos pueden cambiar nuestra vida?
¿Y por qué, entonces, seguimos experimentando las mismas circunstancias?
¿Cómo es posible que sigamos teniendo el mismo miedo todos los días, las mismas preocupaciones, el mismo trabajo que detestamos, las mismas relaciones (que nos minan), y realicemos las mismas actividades, esperando, al fondo, que la vida nos responda con algo totalmente nuevo?
¿Nunca nos cuestionamos lo que sucede en nuestras vidas?
La realidad es que asumimos que la vida nos sucede y punto. Nos hemos convertido en marionetas, sujetas a hilos invisibles, que se mueven en aras de un interés ajeno.
No podemos evitarlo, siempre acabamos pensando que deberían ser las circunstancias, las que fueran de otra manera, para que nuestra vida pudiese dar un giro inesperado, porque realmente no conozco a ninguna persona que no haya deseado, en algún momento de su vida, cambiar algún aspecto de la misma.
Yo te digo que sí, que se puede cambiar de vida, y que no es difícil, que no se necesita de un gran esfuerzo; y es que cada día de nuestra vida se convierte en aquello que se llama el producto de cómo hemos pensado.
Ten en cuenta que el significado de la palabra «esfuerzo» que nos han incrustado mentalmente como algo necesario para destacar en esta vida, es una falacia inventada por un sistema que se alimenta de tu energía hasta dejarte exhausto y sin ganas de plantearte si quiera, que existe otra posibilidad en la que no debes esforzarte, ni luchar, como nos han vendido, para poder SER verdaderamente lo que quieras SER.
Lo que hoy somos no es ni más ni menos que el resultado de todo lo que hemos aprendido. Lo que hemos aprendido no deja de ser una enseñanza, un conocimiento adquirido, porque desde el momento en el que nacemos se nos enseña al “cómo debemos pensar para vivir”, y llega un momento, en el camino de esta enseñanza, que tu verdad, se compone únicamente de aquello sabes, que no es ni más ni menos que lo que te han enseñado, y lo que sabes piensas que es el todo, por eso la verdad es relativa, porque aquello que te han enseñado también es relativo. No es el todo.
La verdad, tu verdad, se compone de aquello que dices que sabes. Sin embargo, en vez de cuestionarte lo que sabes, te atreves a cuestionar lo que no sabes, te atreves a decir incluso que no es verdad, y no es verdad porque no entra dentro de los parámetros de tu mente, y por eso es tan insípida tu vida, porque sólo puedes centrarte en aquello que conoces como verdad, haciendo lo único que sabes hacer: lo que te han enseñado, y centras tus posibilidades en lo que la mente da como válido o no válido.
Has sido adiestrado mentalmente. ¡Bienvenido al sistema!
Si asumimos como verdad lo que nos han inculcado, desechando en el saco de la “no verdad” aquello que no sabemos, nos habremos convertido en corroboradores de la verdad ajena, y estaremos muy alejados de la verdadera esencia de la verdad, porque habremos obviado el paso esencial para poder decir que algo es verdad en nuestra vida: ¡Haberlo experimentado! ¡Haber sido partícipes directos de esta experiencia! ¡Haberlo hecho carne!
Necesitas desaprender lo aprendido, eliminar el elemento tóxico, limpiar tus creencias, para una vez vacío, dejar espacio al silencio para escuchar la voz que te llama, la otra información. La otra verdad. La tuya. La que no te dejaron experimentar, porque tu vida ya estaba escrita. Necesitas experimentar «lo que no sabes», empezar a escuchar que cuando naciste lo hiciste con un poder de ángeles, que naciste con pleno poder sobre tu existencia, con libre albedrío para SER.
Pero una vez más te “enseñaron” que el libre albedrío debía utilizarse en beneficio de los demás, y ya está, la marioneta empezó a ver el horizonte por donde la mano decidió moverse. Los hilos siempre han sido invisibles, y por eso siempre hemos creído que éramos nosotros los que realmente estábamos decidiendo sobre nuestra vida.
Nos hemos enganchado a la necesidad de satisfacer el bien ajeno. Que en una disyuntiva, el otro, debe salir ganando, y nuestra vida se ha convertido en una lucha por intentar complacer, con espíritu farisaico, la vida de los otros, en la falsa convicción, de que al fondo, es mejor siempre que la nuestra.
Y es normal, hemos estado actuando no como somos, sino como nos han enseñado, por eso, en el momento en el que intentamos hacer carne esta verdad, descubrimos su enorme mentira.
El baile que te mueve, cuando oyes la melodía ajena, es el movimiento abrupto, torpe, arrítmico y esperpéntico que provoca la burla de los demás cuando éstos se ven reflejados en dicho movimiento.
Estás cansado, muy cansado.
Hay otro camino, y está más cerca de lo que te imaginas…¿No lo sientes?