¡Levántate y anda!

Llegas a casa, cansado, desanimado, esperando terminar el día lo mejor que puedes después de tanto ruido, de tanto grito ahogado, que ya se pierde en el espacio de no se sabe dónde.

Has aguantado durante todo el día las impertinencias de todo el mundo, la verborrea incesante de qué es lo que hay que hacer para arreglar el mapa actual de nuestra existencia: «Vencer a los otros» es la motivación de la cultura del sistema, del esfuerzo. Tu infierno es provocado por los otros…bla, bla, bla, bla…
Tu cerebro izquierdo no descansa, no te deja solo ni un minuto. Corre tras de ti a todas partes. Si cierras los ojos lo ves. Si los abres, entonces lo escuchas.


Te has pasado gran parte de tu vida fingiendo, fingiendo confianza cuando estabas inseguro, interés cuando lo que realmente sentías era indiferencia, conocimiento de cosas que ignorabas.
Ha marcado tu vida. Tu camino. Tampoco te puedes quejar, te lo ha hecho bastante fácil, no has tenido que preocuparte por nada. Él siempre estuvo al tanto de que todo estuviera en orden, de que no te faltara de nada, de que te sintieras seguro. De que tuvieras compañía. Ha estado pacientemente, absorbiendo toda la información paso a paso, letra a letra, nada ha dejado de ser como tenía que ser. Ha sido entrenado para ver el mundo de cierta forma.


Llevas mucho tiempo percibiendo un extraño susurro lapidado, una voz lejana que se escapa entre la maraña de información…

… hasta que un día descubres que tu hemisferio izquierdo ha estado pisoteando a su hermano, el hemisferio derecho, y en el momento en el que empiezas a ser consciente de este hecho, te mira como el niño que ha sido descubierto escarbando subrepticiamente en la despensa en busca de la última galleta de chocolate. ¿Avergonzado?. No, yo creo que no. Es lo que tenía que hacer. Justifica su acción por medio de la culpa, la tuya, claro. Te dice: «Tú sabías que esto tenía que ser así»…
– ¡Cállate!-le gritas, y mirando al hemisferio derecho le dices- ¡levánte y anda!


Tienes miedo, es normal, pero no pospongas, uno solo es cuando arriesga. Cuanto más arriesgas más eres. El riesgo conduce al ser. Y este es el único pecado : no hacer aquello que es intrínseco a ti y hacer lo que otros quieren de ti.


Sitúate en el estado de ánimo apropiado y tu propia conciencia lo encarnará.
Una vez que te levantas, te das cuenta de una nueva forma de ver la vida, que te nutre, te sustenta, que no te conduce por ningún camino, tan solo te deja para que cualquier decisión sea natural. Esa es tu verdadera esencia.
Ahora tan solo cambia los nombres. Llama a tu hemisferio izquierdo: mente.
Y a tu hemisferio derecho: alma.
¿Empiezas a entender?

Autor: Danielo Bagárñez

Acariciador De Neuronas, Formador De Conciencias, Agitador De Mentes...Y Humilde Rescatador De Almas... Talento pedagógico en el arte de romper estereotipos, paradigmas y creencias que limitan las capacidades extraordinarias del ser humano, a través del viaje de descubrimiento de la verdadera originalidad del SER.

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