Propósitos, propósitos y más propósitos. Empiezas el día. Propósitos, propósitos y más propósitos. Respiras, caminas, comes, miras al infinito durante unos segundos de pálida sensación, agachas la cabeza y sigues caminando, te has convertido en un gran conocedor del asfalto que pisas, sus grietas, sus vetas, sus líneas cada vez más desdibujadas esbozan tu lánguido caminar … y esa es tu carga diaria. Hay algo dentro de ti, que gira como una rueda de molino viejo, con una cadencia que martillea el crujir del tiempo sobre tu lomo. Esbozas un quejido inaudible, una mueca ladeada que ya no se esfuerza por plasmar lo que en su día fue una sonrisa. Has dejado de estar complacido, por eso condicionas tu vida con algo que mueva esta máquina de arar campos de esperanza que recolecten el fruto de un esfuerzo que mereció la pena…pero si te sientes así es por el objetivo mental al que te has agarrado como alimento, entre la vorágine que roba tu aliento, a golpe de mente torpe.
La vida no necesita objetivos, ni propósitos para ser vivida. La vida es el propósito mismo. Cada momento es un diamante al sol. Cada momento se convierte en un momento intrínseco en si mismo, no ha de ser empleado para la búsqueda de ningún fin. Si podéis celebrar vuestro ser, entonces podréis sentir gratitud por vivir. No podréis fracasar. La vida no permite ningún fracaso, porque si no hay objetivo entonces no hay frustración que pueda afectarte.
Menos propósitos, menos fugas de energía … decora el instante con tu sola presencia de ser tú, en el único instante y espacio en el que se puede estar: Aquí y ahora.