Tengo la cuenta ya perdida de los meses que llevo intentando tener una actitud positiva frente a la vida. Estoy harto de leer frases baratas y gratuitas tipo “eslogans”, bombardeando mi mente cada vez que whatshappeo, cada vez que abro twitter, cada vez que miro facebook…si, si, ya sé, gente de buena voluntad intentando ser amable, pero no hacen más que llenar el espacio mental con basura mediática ajena, y lejos de la verdadera realidad que nos toca vivir. ¡Gracias, pero no contéis conmigo! ¡Con mi mente no se juega!
¡A la mierda!…
Hace ya mucho tiempo que la gente anda perdida en esta vorágine tan espesa que nos impide respirar como es debido, y los que intentan explicarte cómo hacerlo, están tan asfixiados con el mismo viento, que sus palabras se pierden en el aire…como lágrimas en la lluvia.
¿Por qué no sabes motivarme?… ¿Por qué tus palabras se vuelven huecas en cuanto salgo de la sala? ¿Por qué no sabes aterrizarme la verdadera palabra de Dios?
Los profesionales que intentan motivar a un desmotivado, en la gran mayoría de los casos, no tienen ni puta idea de lo que hacen (¿Es que no sabéis que cuando estoy desmotivado en lo que no pienso es en la motivación?). Pero ellos se empeñan, se dedican a darte su versión, de corte positivista, de una situación que cada vez está más alejada de la verdad.
Te dan palmaditas en la espalda diciéndote lo bueno que eres y lo mucho que tienes que esforzarte, pero nadie te explica que en este mundo por cada “yo quiero” existe siempre un “tú no puedes” ¡Qué despropósito tan grande!
La mayoría de estos pseudo- expertos del movimiento “coach”, que no son más que una burda imitación de ese estereotipo de entrenador americano y puramente motivador(los americanos, reconozcámoslo, tienen un instinto motivacional muy superior al europeo) que tanto parodiamos y criticamos, pero que caricaturizamos luego, a la española, insuflando esas actitudes tan poco veraces que ni siquiera acompañan el lenguaje verbal de estos personajillos de biblioteca, dotados de sus “Másteres of bussines de no sé qué” y que te hablan, tan dogmáticamente, de lo que tienes que hacer y no hacer, pero que se les detecta, a la legua, que no saben a qué huele la sangre y la arena, pues nunca estuvieron en una verdadera trinchera.
¡Vendedores de humo!
Lo más grotesco de esta tipología de profesionales, auto llamados “coaches” es que se parapetan detrás de sus estudios certificados y de sus titulaciones, que en la mayoría de los casos, ellos mismos se han inventado en sus escuelas de negocio, total para acabar explicándote que todo se basa y se reduce a esfuerzo y a más esfuerzo y a creer en ti, pero sin embargo, se cagan de miedo cuando ven venir, de cerca , a un artista que sin pretender demostrar nada, sabe cómo manejar la situación entendiendo al público como se merece, eso si, sin más estudios “aparentes” que su auto- formación, su dilatada experiencia y su don divino de captar y saber entender la verdadera información, por lo que acaban sacando a relucir su mediocridad, haciendo frente a esta «amenaza», implorando una justicia absurda, con términos como intrusismo e injerencia en su ámbito competencial… ¿Pero qué ámbito competencial, piltrafilla?
¡El arte no puede ser encasillado!
¡Tú que tanto dices que sabes!, te has convertido en un farmacéutico expendedor de píldoras formativas… cuando deberías ser un alquimista que transforme el metal en oro. El sufrimiento en iluminación.
Mente y materia. Realidad y ficción. Pensamiento y sentimiento. Espacio y tiempo. Todo es información. Todo…
Y el modo en que interpretes y transmitas esa información te proporcionará la distancia, te marcará el lugar donde la grieta separa los bloques (lo antiguo y lo nuevo) y te dará el salto cuántico que hará de ti un nuevo ser.
¿Cuál es tu línea de relato? , dónde empieza y dónde termina esta historia…
¿Me conoces? … No tienes ni pajolera idea de quién soy. Y me quieres marcar un camino, me quieres indicar la puerta que debo abrir y ni siquiera me has preguntado si deseo abrirla.
No me hables de éxito, tú no sabes lo que quiero…rescátame el alma, ayúdame a reencontrarme con ella…¿puedes?, o tú también necesitas ayuda.
Te pasas el día dando instrucciones de lo que debo y no debo hacer: formulación de objetivos, planificación de mi propia agenda, gestión de mi tiempo, acción, acción, acción, bla, bla, bla….
¿Es que no te has dado cuenta de que ese no es mi problema?
Escribes libros sobre cómo alcanzar el éxito (esa palabra que te has inventado para tenerme «cogido por los huevos») haciéndome creer que necesito de todo eso para sentirme realizado.
Hablas de competitividad, de ser el mejor, de luchar concienzudamente, sin horario, sin descanso, sin tregua (el fin justifica los miedos) por aquello que deseas, para acabar gritando en la punta de la proa,lleno de satisfacción y con los brazos bien abiertos:
I am King of the world!
La supervivencia del más apto es tu lema. ¡Qué daño os ha hecho Darwin! (¡si Lamarck levantara la cabeza!)
Y acabas reduciéndolo todo a espacios de tiempo (palabra que utilizas vilmente para hacerme consciente del cómputo de mi desidia) en el que sabiendo de mi impaciencia, me vendes la pócima, reducida en pasos, en meses, en escalones, en actividades, en reglas, en acciones, en métodos, para llegar siquiera a vislumbrar un poco del elixir que me aporte un mínimo de paz. ¡Charlatán!
¡Empieza por enseñarme a ser paciente!
No es cuestión de éxito (¿lo sabías?)…y además, el tiempo es una percepción.
No me hables de pasión, de proyectos ilusionantes, de retomar las riendas, del esfuerzo que es necesario para conseguir un poco de felicidad, no sigas un camino tan marcadamente lineal conmigo, comportándote como un Newtoniano ignorante que ni siquiera es consciente del por qué actúa así.
Causa y efecto han conformado mi realidad hasta ahora…pero me gustaría que me explicaras cómo producir un efecto sin pasar por la causa. ¿Puedes?
Yo creo en la magia… ¿y tú?